El libro de la semana

Crítica de 'La señora March', de Virginia Feito: en busca y captura de la propia identidad

La escritora madrileña debuta con éxito en EEUU con una historia que ahonda en los aspectos más perturbadores del alma humana y que ahora se traduce al castellano

La autora madrileña afincada en Estados Unidos Virginia Feito.

La autora madrileña afincada en Estados Unidos Virginia Feito.

Marta Marne

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La señora March visita su pastelería favorita. En las calles de Manhattan los árboles han perdido sus hojas y las flores de Pascua decoran los escaparates. La señora March se pone nerviosa al situarse al final de la cola, porque interactuar con la gente le provoca una cierta aprensión. Patricia, la dependienta, celebra su llegada y le comenta cuánto le está gustando la última novela de su marido George. También, lo orgullosa que debe sentirse porque se haya inspirado en ella para crear al personaje principal, Johanna.

La señora March no acaba de comprender a qué se refiere. ¿Qué le ha hecho pensar a Patricia que ella, una dama elegante y refinada del Upper East Side, con sus guantes de cabritilla verde menta y su ropa distinguida, puede tener alguna similitud con una desgraciada, débil, patética y antipática prostituta de Nantes?

‘La señora March’ (Lumen) es una rara avis dentro del mundo editorial. El primer libro de Virginia Feito, madrileña de nacimiento, ha sido escrito en inglés y publicado en Estados Unidos con gran éxito de crítica y público antes de traducirse al castellano por Gemma Rovira. La protagonista, por si quedaba alguna duda, es esta señora March sin nombre. Una mujer de clase alta que siempre ha hecho lo que los demás esperaban de ella, que no solo teme que sus conocidos crean que Johanna está basada en su persona sino que sospecha que su marido puede ser un asesino.

Uno de los elementos más destacables reside en la habilidad de Feito para generar inquietud a través de sus descripciones y en la selección de los adjetivos escogidos para enfatizar el texto en un sentido contrapuesto al de sus sustantivos ("blanco repugnante" "amenazadoramente optimista", "los sucesos de los últimos días la incomodaban como moscas cebándose en un cadáver"). Este recurso, empleado de un modo constante, genera un desasosiego que acompaña al lector capítulo a capítulo. Tanto es así que, a pesar de que en algunos capítulos la acción se ralentiza para perfilar en detalle a la protagonista, la sensación de desazón no desaparece en ningún momento.

Reflejo de la sociedad actual

El foco se centra de manera persistente en la señora March hasta el punto de que podríamos afirmar que nos encontramos ante una falsa tercera persona. Es a ella a quien escuchamos, la que nos transmite a cada instante su estado de ánimo. Desde su percepción de la gente que la rodea hasta las razones de por qué determinados acontecimientos la perturban.

No importa que vista ropa cara, viva en un apartamento de lujo y tenga asistenta. ‘La señora March’ es un fiel reflejo de la sociedad actual. Estamos ante una mujer tan preocupada por las apariencias o por lo que otros opinen sobre ella que se ha perdido en ese abismo y en el fondo no se reconoce en el espejo. Una espectadora de su propia vida, como les ocurre a tantos que viven bajo el yugo del número de 'likes', el alcance de sus publicaciones o las estadísticas que les indican el día y la hora a la que deben parar su mundo para mostrárselo a los demás.


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